sábado, 10 de abril de 2010

De novia


Lucy era la contadora y jefa administrativa  de la empresa Toda información pasaba por sus manos, mejor dicho por su mente, o ambas cosas. Era el brazo derecho del dueño. El anterior brazo derecho se fue a trabajar a un casino, de estos de juegos de azar. Pudo más el ruido de los tragamonedas que las buenas intenciones del patrón, en convencerlo, digo, porque a lo mejor no le pagaba mucho, que se yo. Lucy cada cierto tiempo me llamaba por teléfono y me entretenía con largas conversaciones de su trabajo revueltos con situaciones de su vida diaria. ¿Qué obligación tenia de contarme todo?  Ninguna. A veces la visitaba, cuando el problema en los sistemas era mayor. Era una mujer tierna, menudita, que siempre vestía oscuro, mas delgada lucía todavía. Recientemente había cruzado la curva de los treinta años, y le costaba decidirse a servirme café, presionada porque yo llegaba con varios sobres comprados en el negocio de la esquina. Pero mi mirada fija a sus ojos, sin rogarle ni suplicando, sino que negociando, porque mal que mal le estaba solucionando un problema que de no ser así a ella le tomaría sus buenas horas resolverlo, obtenía resultados. Era astuta. Eso ella lo sabía. Por eso que después de la petición de servirme café, y ante mi mirada fija ella permanecía impávida, largos segundos de forcejeo mental, - 0 me sirves café o…! - ¿O qué, dígame, pues, O qué? - Finalmente aparecía con dos tazones de café, uno para mí y uno para ella. Las veces que la visité pasaba lo mismo. Este mes decidí ir de nuevo. Habían pasado seis meses y era hora ya de visitarla. Llegué mientras ella almorzaba en el casino así que discutí algunos temas con el dueño, planificando actividades para el año que siempre parte cuando termina marzo. - Lucy se nos casa. – Me dijo, como si el también lo sintiera. Está de novia. Apenas terminó la reunión partí a su oficina. Ahí estaba de pie buscando algo en la repisa, dando la espalda a la puerta  - Así que te casas, Lucy – dije mientras avanzaba hacia ella. Ella giró asustada y sin que reaccionara la tomé de la cintura rodeándola fuerte, la levanté y giré con ella abrazada  a mi cuello mientras sentía su risa en mi oído. – Si, estoy feliz – La dejé suavemente en el suelo y sin soltarla ella me mostró su mano con el anillo de compromiso. Sentía su cintura frágil. - Esta vez no te voy a pedir que me sirvas café, sino que voy a ofrecerte un regalo – Ella se puso seria, algo presentía, mas aun si todavía la tenía abrazada de la cintura pegada a mi – Voy a regalarte una despedida de soltera, solo tú y yo – ya, lo dije y su respuesta vino de la misma forma que cuando le pedía café: Estuvimos largos segundos mirándonos fijamente a los ojos ejerciendo el mismo forcejeo mental.

jueves, 1 de abril de 2010

QUE PLANCHA

Tenía dieciocho años y mi primo me llamó
Había invitado a dos niñas que querían conocer Santiago en plenas fiestas patrias,
A medio día nos juntamos y las llevamos al parque O´higgins, a conocer las fondas.
Grueso error. Eran muy finas estas niñitas.
El gentío las abrumaba. Comer anticuchos y empanadas era de rotos. Cerveza menos.
Caminábamos por entre las fondas pendientes de no usar palabras feas,
que nadie les toque sus blancos vestidos.
Al final pasamos frente a una fonda y enmudecimos,
sin cruzar palabras nos retiramos
nos despedimos sin ni siquiera mirarnos a las caras.

Recordábamos después la cumbia que tocaba la fonda que causó el disgusto:

"Un pajarito de metió
adentro de un convento
y las monjas oraban
con el pajarito adentro"