sábado, 6 de junio de 2009

La fotografía

Cuando me deprimo mas de la cuenta, recurro a un pasatiempo poco común, tan simple y barato como mirar fotografías y recordar en que estábamos en ese momento, en que lugar, identificar las personas, en que trabajaba en ese entonces, que día era, etc.

Las fotos en blanco y negro siempre están escondidas. Uno no sabe que las tiene hasta que de pronto aparecen y produce risa. Cada persona tiene su propio recuerdo de la niñez.
En eso estaba cuando una foto llamó mi atención y sentí escalofríos. De inmediato reconocí el entorno, las personas, la época. Ahí estaban mi abuelo y su segunda mujer, sus hijos, o sea mis tíos, mis padres, y una docena de primos. Las tías sentadas en un sofá, los hombres atrás de pie y los niños sentados en el suelo. Ellos vestían corbata, se veían aun sobrios. No estaban posando, como es típico en estas fotos antiguas, sino que se miraban con risas y gestos extraños. Es probable que circulara una broma de grueso calibre, Recuerdo que entre las tías en vez de sus nombres se dirigían como prima, comadre, hermana. Por lo mismo, no recuerdo como se llamaban. Algunas para reírse se tapaban la boca, porque más de algún diente les faltaba. Mi padre lucía delgado. Mucho más bajo y moreno que el resto. Mi padre ahora me llega al hombro. De tez oscura, feo bigote y crespo. Mi madre joven, de risa amplia y fácil, considerando que ella le cargaba ir a la casa de mi abuelo, allá en Barrancas, por San Pablo al final. Casi cerca del aeropuerto. Para estas fiestas nos quedábamos toda la noche y por ende tenían licencia para emborracharse hasta quedar botados en los sillones. La música eran rancheras y cuecas. Era un ambiente campestre. Las calles eran todas de tierra, casi como sal, así la veía yo, y los vecinos también eran todos de ambiente campesino, también llegaban a la casa. No sentí nostalgia cuando vi la foto. No son gratos los recuerdos que tengo de las visitas a la casa de mi abuelo. En realidad no tengo gratos recuerdo de mi niñez en general. Frecuentemente mi padre me tomaba del pelo o de las orejas y procedía a darme golpes y patadas. Con orgullo les decía al resto que jamás me pegaba en la cara, sino que siempre en las piernas. Desde muy pequeño pude advertir que mi padre me pegaba sin razón alguna. Porque no me sentaba bien o no me comía toda la comida, si hablaba en la mesa, si me paraba antes o me sentaba primero, si pedía bebida, siempre respondía con golpes. Yo, con mis cinco años, veía como los otros padres le decían a sus hijos si, o no, o cuidado, o cómete toda la comida, o no vayas, o quédate aquí,. Eso mismo me decía mi padre pero lo hacía con golpes. Mi madre cooperaba con su actitud pasiva. A veces yo le pedía permiso a ella para algo, o le contaba algo, que no supiera mi padre, pero ella se encargaba de comunicárselo, resultado: más golpes. Mi madre en ese aspecto, nunca gozó de mi confianza. Jamás le comenté algo. Nunca la vi como protectora.
A los cinco años perdí la confianza de mis padres, terrible. Cuando él estaba en casa permanecía inmóvil, a la vista de él. No sabía cuando me podía llegar una patada. Si me cruzaba frente a la televisión, si me quedaba dormido en el sillón, si tocaban la puerta y yo me paraba abrir, o si no me paraba a abrir, si no hacía las tareas, si las hacía en la noche. En las mañanas no me despertaba, simplemente me botaba de la cama aun dormido. Una incertidumbre tormentosa. Además era sádico. Porque estando de visita me advertía que en casa me la iba a dar. En efecto, llegábamos a casa, y no de inmediato sino que al rato sacaba la tabla del ropero que ocupaba para estos menesteres y caminaba hacia mí. Yo lo esperaba estoico, porque si alguna vez arranqué, de mas está decir cómo se aseguró que nunca mas lo haría. Me agarraba del pelo o de un brazo y procedía a darme tablazos en las piernas. Gritos ahogados en medio de llantos que mas parecían bramidos de oveja degollada, no acababa hasta que se cansaba o la tabla se quebraba. Quedaba adolorido en el suelo ya sin llorar hasta dormirme. Obviamente después no podía quejarme ni cojear. Mudo tenía que enfrentar lo cotidiano. En la casa vivía también mi abuela, madre de mi madre, el hermano menor de mi madre, aun en el liceo, y dos primos. Las palizas me las daba delante de ellos, y con el tiempo pude comprobar que la intensidad y la estupidez del castigo era proporcional a las personas presentes.
Desde pequeño pude advertir que ninguno de los presentes me defendió. No esperaba eso de los vecinos o sus compañeros de trabajo, porque en cada lugar que estábamos, se encargaba de pegarme delante de todos, pero si lo esperaba de los cercanos, mi abuela, mis tíos, los hermanos de mi padre, los hermanos de mi madre o mi propia madre, nada. Al contrario. Ellos también se sumaban a las amenazas "ha, ahora si te la van a dar". Recuerdo cosas tan insólitas y violentas como esa vez, sentados todos en la mesa, se me ocurrió decir que los tallarines no me gustaban. Mi padre tomó el plato y me lo puso de sombrero. La salsa y los tallarines, aun calientes, chorreaban por mi cara y mi ropa mientras yo observaba como todos, sin excepción, reían hasta la exageración. Otra vez mientras mi padre tocaba guitarra, yo hablé a uno de mis primos o no recuerdo bien si solo me paré de mi asiento, sin darme cuenta recibí un guitarrazo en la cabeza que me dejó semi aturdido en un sillón mientras todos rodearon a mi padre preocupados de ver si la guitarra lucía una trizadura.
También hubo visitas periódicas a valdivia donde las hermanas de mi padre. Cuatro tías, sus maridos y una incalculable cantidad de primos. La política de las palizas públicas era una constante. En la mesa, delante de todos me sacaba y me llevaba al pasillo o al patio, y la misma ceremonia. A cada tía lejana o amigas de mis tías que me encontraba simpático él se encargaba de repetir, cómo un discurso aprendido, que no era lo que parecía, era un flojo, vago, cochino porque que mojaba la cama.
No solo pude comprobar que ninguno de mis tíos o tías me defendió sino que cada uno de ellos, diría que sin excepción, tomaban ventajas y también procedían con agresiones. Yo era el de los mandados, yo me tenía que comer toda la comida sin pararme de la mesa, yo me quedaba sin postre y a veces recibía palmadas, sobre todos de mis tíos, que no eran los tíos, eran los esposos de las tías.

El maltrato duro hasta los trece años. Después se redujo solo a violencia sicológica. Uf. Realmente un alivio.
Con los años entendí que los familiares de mi madre y los de mi padre tenían que ser condescendiente con él. Tenían que justificar las palizas, el maltrato, porque el financiaba los asados, los cumpleaños, el pagó la universidad a algunos de mis primos, funerales, operaciones. Algunos viajaban a Santiago y el pagaba los viajes de vuelta. El prestaba su auto para movilizarse, el prestaba los cheques, el todo, por lo tanto cualquiera de los beneficiados opinaba que yo era terrible y merecía dichos castigos. A veces de familiares que ni conocía.

Tuve la mala idea de meterme en un negocio con él. Pusimos ambos dinero, pero el se apoderó de todo, mintiendo que yo no había puesto nada. Convenció a todo el mundo, primero a los familiares, después al contador, a los empleados, incluso a mi ejecutivo de cuenta en el banco que yo lo estafé. Su argumento para quedarse con todo era que yo joven tendría tiempo para ganar lo mismo de nuevo. El negocio se vendió y perdí todo, quedando con pésimos antecedentes comerciales y con una pérdida descomunal.
Seguí solo. Me fui a vivir lejos. Pero no bastó. Cuando los visito, ahora de viejo, sigo escuchando comentarios negativos. Por ellos yo viviera allegado en una casa, sin muebles, viviendo en barrios populares, los hijos que no asistan a la universidad y vistiendo ropa regalada. Tal cual como vivían mis primos o mi hermana y él si los ayudaba, con una caja de mercadería semanal, dinero para comprar o arreglar sus casas, plata para el bolsillo y financiando todas las fiestas, cumpleaños, veraneos.
Al tener la foto en mis manos, diviso un niño abajo. Junto a los otros primos. Identifico a mi hermana, crespa, gordita y hay un niño al lado que contrasta al resto, pelo liso, castaño, de cara fina, labios delgados. Pasaron cinco segundos sin reconocerme. Era yo. Indefenso como cualquier niño. De inmediato pensé: ¿Porque mi padre se ensañó conmigo? Si ese niño no le hacía daño a nadie. ¿Por qué, al revés de protegerme, me agredieron durante tanto tiempo?

Yo aprendí a leer a los cuatro años, a esa edad aprendí a sumar y restar, leía diarios, revistas y veía las películas completas y por cierto las entendía, leía libros y sabía quien era presidente, sabía los recorrido de los buses y me ubicaba en las calles, sabía el nombre de los lagos y los volcanes, los precios de las cosas, las marcas, jugaba y siempre ganaba (mi padre me obligaba a perder), sabía nadar y andar en bicicleta, usaba tenedor y cuchillo para comer y no hacía sonar la sopa. Nunca rompí una loza, nunca quebré un juguete, nunca fui insolente, nunca perdí plata en los mandados, nunca me llevaron al hospital, nunca una molestia, me las valía absolutamente solo, ¿por qué, entonces, para mi familia era imposible?

Mi padre me pegaba porque era distinto, yo jugaba ajedrez y escuchaba a The beatles. Leía: por lo tanto era un vago. Mi actitud ganadora en una familia chata y perdedora me sepultó, jugó en mi contra. Por eso aprobaban de cierta manera los castigos. Hace 20 años que no me he cruzado con ningún familiar.

12 comentarios:

Celia Rivera Gutierrez dijo...

Gusto en volverte a ver por aquí, ya se te extrañaba.
Oye buen hombre espero que la triste historia que cuentas no sea real y si sea parte de tu ingenio para escribir.

Si fue real. Me apena mucho ver como existe la ignorancia en los mayores que nos convertimos en padres y somos unos estupidos (disculpa la pabrota).

Esta Historia es real para muchos chicos.

Espero que seas padre y seas de los que son buenos y alentadores para sus hijos (que los apoyan)

Un abrazo

Loren@ dijo...

te extrañaba! en especial los relatos desde la ventana!!
aunq este me dejo pa atraz... yo se q lo escribiste lo mas probable para desahogar todo lo que llevas dentro de ti todos estos años, no puedo colocarme en tu lugar puesto q si bien mis padres en especial mi madre fue un poco mañosa, no fue ni la sombra de lo que tu viviste, y mas todavia cuando grande.
No logro entender esa capacidad de traer hijos la mundo para despues tratarlos asi.
Un abrazo y espero que algun dia perdones a tu madre para empezar a vivir realmente y sin esos fantamas.

Gizela dijo...

Un gusto volver a leerte.
La narración, muy buena, la historia también.
Espero de verdad que sea sólo un creación literaria.
Sería demasiado cruel, haber vivido esa fotografía, y escribir sobre ella.
Fue un placer como siempre.
Un abrazo
Gizz

irene dijo...

Ni puñetera falta que te hace cruzarte con ningún familiar de ese calibre.
Me parece increíble esa actitud de un padre hacia su hijo, y de toda la familia, y más siendo un niño, a veces a mí me angustia pensar si no le habré dado todo el cariño y atención a mi hijo, pero si hubiese tenido ese comportamiento con él, no me lo perdonaría nunca.
Sólo desearía que esto fuese un relato de tu invención.
Un fuerte abrazo, Buen Hombre.

mares dijo...

Que fuerte Buen Hombre. Y que triste que por un lado algunos vivamos batallando y sufriendo por tener un hijo que por X o Y se empeña en no llegarnos y por otro haya personas así, que como decimos en Cuba, "paren por no reventarse" pero que ni amor, ni cuidados, ni nada. Porque sin saber si se trata en verdad o no de tu historia personal, si hay personas así, yo las he conocido.

Anónimo dijo...

No se si es real o no tu historia pero yo me identifico mucho mi padre fue una persona parecida nos marco para toda la vida.

NÚRIA dijo...

Yo, afortunadamente, tuve una infancia feliz, mediana de dos hermanos con los cuales me llevo pocos años...Espero que mis hijos también disfruten de la suya...

En cuanto a tu texto, si es real, espero que a día de hoy hayas podido perdonar a tu padre...Me gustó.

Gracias por tu visita.

Cecivé dijo...

Hola, mi primera por aqui. Es real el texto?

aruca dijo...

No se si la historia es de quien la escribe,pero si se que es una historia real;una trágica historia que sufrieron much@s niñ@s y que el único pecado que habían cometido era haber venido a este mundo.
Cualquier niño o niña que haya sido el o la protagonista,merecen por lo menos que alguien les escuche,que aunque sea tarde la historia se conozca;y que ya es hora de separar de la sociedad a monstruos como el que en este relato se describe.Me refiero naturalmente,al padre.

La Decapitada dijo...

auch, me tope con esta entrada tuya y me parecio super impresionante. Ademas la manera como narras las cosas me parece estar ahi contigo. Que pena, creo que todo se basa en la ignorancia, no hay niños malos sino padres histéricos creo yo. Que fuerte tema, mi ex marido fue vistima de golpes por parte de su madre y eso lo dejo mal toda su vida, nunca pudo superarlo....si supieran el daño que se hace.!!

Magui Montero dijo...

Hola! Una historia magnificamente relatada, muy dura y real en algunos casos, plantea situaciones que en antaño eran consideradas "casi" normales, y miles de niños vivieron y quedaron marcados interiormente por padres que desde su cerrada mentalidad les hacía suponer que era lo mejor para que se hicieran hombres. Evidentemente y gracias a Dios existen padres que saben o intuyen que la mejor manera de hacer de sus hijos una persona de bien es entregarles todo el cariño posible y darles mustras de su Amor permanentemente.
Un abrazo para vos, mi querido amigo!

Angelica Jensen dijo...

wow! así mismo era la vida por ese tiempo....era todo tan "normal".... terrible me parece!